Crónica de un día de traducción en 9h05 del Ecuador

Estoy llegando a la oficina. Son las nueve de la mañana y ya lleva una hora abierta. Verónica, que empieza a las ocho, nos comunica a los traductores la lista de las tareas pendientes de hoy. Todos recibimos a nuestro mail corporativo una notificación de traducción por hacer, junto con los plazos de entrega. Con esto armamos nuestro cronograma.

Empiezo mi primera traducción mientras mis compañeros se atarean en las suyas. Han llegado muchos pedidos por mail, por nuestro sistema de compra en línea y también de clientes que acudieron personalmente a nuestra oficina.

Mientras voy en la séptima página del documento que estoy traduciendo al francés, Ankur está terminando su traducción. Se la pasa a Janneke para la revisión de calidad y luego revisará él de nuevo. Cuando Janneke termine la suya, hará lo mismo: Ankur revisará su trabajo.

Porque es importante garantizar una calidad irreprochable de nuestras traducciones, hemos implementado este sistema de revisión sistemática. Después de cada traducción, hay dos revisiones, a veces incluso tres: son tres personas, a veces incluso cuatro, las que verifican la calidad de cada traducción.

Terminé mi parte de la traducción. Para despejarme la mente y trabajar mejor después, me concedo una pausa para el café en la sala de pausa. El olor a café de Nanegal invade el cuarto y empieza a recorrer el resto de la oficina. Mis compañeros toman esto como una invitación a hacer una pausa, a su vez, y se acercan a la cafetería. Unos toman café, otros prefieren té. Luego seguimos en nuestra tarea.

Mientras tanto, Verónica recibe a los clientes que vienen en búsqueda de información y consejos. Muchas veces están angustiados porque desconocen cómo se realiza un trámite, y Verónica se encarga de tranquilizarlos e indicarles los pasos a seguir para presentar sus documentos sin dificultades. Es que para eso estamos también: nuestro trabajo no es sólo traducir documentos oficiales y documentos técnicos, sino también asesorar a nuestros clientes y guiarles en sus necesidades. Sabemos qué es lo que necesitan y sabemos cómo ayudarlos.

Luego de haber traducido a español la constitución de una empresa farmacéutica, diplomas y notas universitarias al inglés de una estudiante que quiere cursar una maestría en sistemas digitales en Reino Unido y unas fichas de presentación de un musical francés, llega la hora del almuerzo. Mientras unos nos vamos a comer, los otros se quedan en el trabajo. Cuando regresemos del almuerzo, les tocará a ellos ir a comer. Así funcionamos en 9h05 del Ecuador, siempre hay quien atienda y mantenga la dinámica de trabajo: queremos darles a nuestros clientes sus traducciones en los mejores plazos.

Cuando regresamos empezó a llover, y ahora parece que no va a escampar. Así de imprevisible es Quito. Con la música de la lluvia en los oídos, volvemos al trabajo. Esta vez toca traducir certificados de cumplimiento de normas de calidad para una empresa de importación de neumáticos. Son muchas hojas, parece que más de 200, y necesitamos entregarlas debidamente legalizadas pasado mañana. Es un pedido urgente y nos atareamos con afán para cumplir con el plazo.

Para no atrasarnos, hacemos lo que llamamos una revisión cruzada. En vez de revisar las traducciones una vez terminadas, las seccionamos por partes que van revisando mientras sigo traduciendo. Al terminar toda la traducción podré revisar yo y corregir más rápidamente.

Van pasando las horas y van sumando las hojas traducidas. Logramos traducir 77 páginas hoy. Para mañana y pasado quedan 123. Lo lograremos sin problema. Verónica, que empieza a trabajar más temprano, se despide de nosotros. Nos quedaremos hasta las 18h00 y cerraremos.

Mañana es un nuevo día. Nuevos retos, más palabras por traducir y más cosas que aprender nos esperan con ansias.

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