Este proyecto fue especial para mí porque tenía que ver con mi área de conocimiento y mi especialización: la antropología.
Y a pesar de mi especialización en antropología, había muchos términos muy específicos, por lo que me tocó investigar muchísimo. Pero gracias a los recursos en línea, incluyendo previas investigaciones bilingües sobre arqueología en Ecuador, y gracias al contacto que mantengo con mis colegas de la universidad en el campo de la antropología, tuve más que suficientes recursos como para descifrar las diferencias (visual y lingüística) entre una olla, una vasija, un cuenco y un cántaro, sin olvidar las jarras.
El proceso me ayudó a reafirmar lo ancladas que están las palabras en la realidad. Por ejemplo, el proceso de aprender a identificar las distintas cerámicas (lo que me hizo recordar de las visitas a los museos cuando era joven).
Sobre lo que me puedo quejar es algo sobre el cual siempre me voy a quejar: la longitud de las oraciones españolas. Es común que una oración en español se divida en dos oraciones en inglés, o hasta a veces tres. Aparte de esto, investigar sobre terminología específica es una de las cosas que más me toma tiempo en una traducción, y este documento no era en nada diferente.
Renee K.
Considero que la traducción de poesía es un arte muy completo-complejo. No solo exige un ejercicio agudo de desciframiento del lenguaje explícito y del oculto, sino que además, requiere de un entendimiento de la musicalidad y del pulso que el poeta le impone a cada verso.
Como poeta, mi primera experiencia de un libro completo traducido al francés, esa lengua potente de Baudelaire, Louise Labé, Cendras, Bonnefoy, Anne Carson y Margarite Duras, fue con el libro: “Soy mi Cuerpo”. Antes, solamente me habían traducido pequeños conjuntos de poemas, entre 5 y 10, al inglés, italiano, portugués y hebreo. Pero fue con “Soy mi Cuerpo” que tuve la vivencia de lo que implica el trabajo del traductor y del poeta.
A las inquietudes del traductor, sobre tal o cual verso, sobre qué significaba tal o cual imagen para mí, le seguían múltiples dudas y nuevas lecturas de versos que fueron creados por mí, pero que a la luz de las preguntas del traductor, volvía a repasar y hasta reescribir desde los ojos del traductor: Benjamín Laguierce.
La traducción completa de “Soy mi Cuerpo” me llevó a más de 40 lecturas y recitales de poesía en Québec, Trois-Riviéres y Montreal en el otoño de octubre del 2015.
Es cierto que el arte de la traducción es el arte de la versión de un poema, es decir, que existen muchas versiones del poema que se traduce a determinada lengua.
También es cierto que las traducciones de poesía son más completas o más interesantes, si quien lo hace es, además de un traductor un poeta al mismo tiempo. Pero aquí, lo más importante es contar que las traducciones de Benjamín sobre mi poemario: “Soy mi Cuerpo” me permitieron acercarme al espíritu y la mente de cientos de lectores de Canadá que durante más de 10 días asistieron a la intensa agenda de actividades del Festival.
Y fue a partir, de esas lecturas que un poeta-traductor, de origen cubano pero ya canadiense radicado desde hace más de 30 años en Québec, que me propusieron una segunda versión de la traducción del libro, a partir de la magnífica traducción de Benjamín, claro. Así que ahora existe un nuevo “Soy mi Cuerpo” vertido al francés desde la lucidez, la experiencia y la vena de un traductor francés radicado en Quito y un traductor-poeta quebequense-cubano radicado en Canadá.
Desde las dos versiones mi libro goza ahora de un estatus especial: ambos traductores han tenido una nueva arqueología emocional de mi poemario para llevarlo hasta los lectores de la lengua francesa de forma misteriosa, rica y sin duda, más precisa y bien cuidada.
Aleyda Quevedo Rojas