Traductores: 10 clichés sobre el mundo de la traducción

  1. Todos los traductores usan Google Translator

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Google Translator es una herramienta que puede resultarle útil a una persona que no tiene idea del idioma. Le puede ayudar a entender –a grandes rasgos– de qué se trata el documento que le ha llegado. Pero no la usan los traductores.

Sin embargo, no es una herramienta confiable pues las traducciones que salen de ahí suelen ser malas y no profesionales. No es capaz de detectar las sutilezas del idioma ni tiene la sensibilidad imprescindible de los traductores humanos.

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¿El resultado? Traducciones graciosas o incluso estrafalarias, o sea nada recomendable a nivel de comunicación profesional.

Tampoco sirve para las traducciones oficiales o juradas, ya que, por definición, no puede certificar ni jurar la traducción.

Total, si conoces a un “traductor” que usa Google Translate, lo más probable es que no sea para nada un traductor de verdad, y te haya estafado.

 

  1. La traducción es lo mismo que la interpretación

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Aquí va la diferencia fundamental que lo resume todo: el traductor escribe y el intérprete habla.

Si bien ambas profesiones suelen estar asociadas y tienen elementos en común, como la necesidad de ser bilingüe, manejar a la perfección los idiomas de trabajo y conocer el área con la que se trabaja (puede ser un campo técnico, como automotriz, derecho, organismos internacionales, etc.), las destrezas que se necesitan para una u otra profesión son muy distintas.

interpretacion

Los intérpretes necesitan saber procesar rápido la información, ya que no tienen la posibilidad de consultar diccionarios ese rato: escuchan el discurso en un idioma y lo reproducen acto seguido en otro idioma (básicamente).

Pero dentro de la interpretación existen modalidades distintas con necesidades distintas: interpretación simultánea (el locutor habla mientras que el intérprete reformula en otro idioma), interpretación susurrada (lo mismo, pero susurrado), interpretación consecutiva (el locutor habla todo su discurso, luego de ello el intérprete ofrece la versión en otro idioma), interpretación de enlace…

Los intérpretes trabajan principalmente con su cerebro, sus oídos y su voz. Por otro lado, los traductores utilizan su cerebro y sus manos (para escribir). Ser traductor implica leer la información, procesarla y reformularla en otro idioma, por escrito. El traductor tiene la obligación de no hacerse notar: no debe poder verse que el texto traducido es justamente una… traducción. Debe sonar lógico y natural.

 

  1. Si eres bilingüe puedes ser traductor

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Ser bilingüe es un requisito para ser traductor, pero dista mucho de ser el único. El primero y más importante de los requisitos para ser traductor es manejar perfectamente las lenguas de trabajo, tanto la de partida como la de destino.

También debe tener un agudo sentido común. Debe entender el texto dentro de su contexto en el idioma fuente para plantearlo dentro del contexto de la lengua de destino. Esto implica conceptos culturales, lingüísticos, lógicos y hasta históricos propios de la cultura del idioma de destino.

Los traductores deben saber que su experiencia del idioma no es absoluta ni definitiva. Debe ser capaz de cuestionarse permanentemente y justificar su trabajo. Una forma de traducir no puede justificarse por un “suena mejor así”: debe ser la mejor traducción entre las posibles en función del contexto dado.

Los traductores deben entender también de la temática de la que trata el texto a traducir. Sin esto, la traducción resultará en un verdadero desastre, inentendible para quien la lea.

 

  1. Haber vivido en el extranjero es más que suficiente par ser traductor

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Cuando uno vive en el extranjero, está inmerso en el idioma y la cultura que lo rodean. Sin lugar a dudas, es una de las mejores formas de aprender un idioma, ya que permite una asimilación directa y rápida.

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Esto no significa, sin embargo, que pueda ser traductor, aunque puede ayudar. Ser traductor requiere de las destrezas que ya mencionamos en el punto 3.

 

  1. Cualquiera puede ser traductor oficial

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Bueno, para ser traductor oficial o jurado necesitas calificarte como perito traductor. En función del país, se puede hacer en los juzgados y tribunales, colegios de traductores o ministerios de asuntos exteriores.

Para calificarse como perito traductor, primero que todo debes tener un título universitario que acredite tu profesión de traductor. Luego de ello, das un examen de traducción y si apruebas, te calificas.

Recién culminado este proceso puedes empezar a emitir traducciones juramentadas.

 

  1. Traducir documentos es barato

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La traducción es una profesión que requiere ciertas destrezas, ya evocadas antes. Ante todo, es un trabajo intelectual. Requiere de mucha concentración, investigación, verificación, contrastar, y sobre todo, tiempo.

Por esto, traducir documentos no es barato. Es todo un proceso que lleva su tiempo y requiere habilidades particulares, lo cual tiene un costo. Si te dan una traducción por nada o casi nada, desconfía, lo más seguro es que la persona que hizo la traducción no está calificada para hacerlo. Puedes perder mucho dinero o toda tu credibilidad con esto.

 

  1. Los traductores pueden traducir a un idioma que no sea su lengua materna

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Traducir hacia un idioma que no sea el idioma materno es tanto una falta de ética profesional como una falta de respeto para el cliente. Por más que un traductor conozca el idioma de destino, si no es nativo, no podrá reproducir a cabalidad todos los matices, sutilezas y especificidades del texto de partida.

Si tu traductor no es nativo, no lo contrates.

 

  1. No hace falta revisar las traducciones una vez hechas

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Por más empeño que le pongamos a un trabajo de traducción, siempre debe revisarse. No es poco frecuente que se nos pase por alto algún error, una parte no traducida, unas inexactitudes.

Por este motivo, siempre debe revisarse el trabajo realizado antes de entregarse al cliente, para que la traducción esté impecable.

 

  1. Los traductores se saben el diccionario de memoria

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El trabajo de traductor no es ser un diccionario, ni mucho menos. De hecho, el diccionario es una de las herramientas frecuentemente usadas por los traductores, junto a memorias de traducción, glosarios, corpus de textos, etc.

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Saberse de memoria el diccionario es una hazaña casi sobrehumana que no está al alcance de todos. Puedes preguntarle a tu amigo traductor cómo se dice determinada palabra en otro idioma, no pasa nada. Pero no te sorprendas si te responde que no lo sabe o que necesita más contexto, pues tampoco pasa nada, no es un diccionario.

 

  1. Los títulos mal traducidos de las películas son culpa de los traductores

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¿Te preguntas “¿Pero qué es este horror?” al ver un cartel de una película con un título que nada tiene que ver con el original? Pues ahí te va: la culpa no es del traductor.

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Resulta que en la mayoría de los casos, los traductores proponen un título para la película que tradujeron. No obstante, la decisión final le corresponde a los publicistas de la película, que deciden qué título vende más. Con este criterio comercial se define el título definitivo. A veces, puede resultar en herejías, como en el caso de “Hangover”, traducido en Francia como… “Very bad trip” («Resacón en Las Vegas», en España y «¿Qué pasó ayer?» en Latinoamérica). Esto es para pensarlo dos veces.

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