Protolenguas y semiótica del arte rupestre: dos vías hacia la comunicación prehistórica

El estudio de las protolenguas, en el corazón de la paleolingüística, y el análisis semiótico del arte rupestre parecen, a primera vista, pertenecer a ámbitos distintos. Uno reconstruye sistemas de comunicación oral desaparecidos; el otro interpreta las formas visuales dejadas en las paredes de las cuevas. Sin embargo, ambos comparten un mismo objetivo: comprender cómo las primeras sociedades humanas daban sentido al mundo y transmitían ese sentido a través de signos.

Protolenguas: voces perdidas, reconstrucciones hipotéticas

Las protolenguas, como el protoindoeuropeo o el proto-urálico, se reconstruyen mediante el método comparativo. Reflejan una organización cognitiva sofisticada: categorización de la realidad, elaboración de sistemas gramaticales, creación de léxicos compartidos. Pero nunca son directamente accesibles: ningún documento escrito conserva su huella. Subsisten únicamente a través de las transformaciones regulares observadas en las lenguas hijas.

Arte rupestre: ¿otra forma de lenguaje?

De manera similar, el arte rupestre prehistórico —los frescos de Lascaux, las pinturas de Altamira, los grabados de Chauvet— no nos transmite un “discurso” explícito. Son signos visuales cuya significación debe interpretarse. La semiótica los aborda como un sistema de comunicación: formas animales, símbolos geométricos, juegos de color y relieve no son simples ornamentos, sino portadores de valores sociales, espirituales o rituales.

Un paralelismo semiótico

La paleolingüística y la semiótica del arte rupestre pueden concebirse como dos vertientes de una misma búsqueda. En ambos casos:

  • Ausencia de datos directos: no hay grabaciones para las protolenguas, ni leyendas explicativas para las pinturas
  • Trabajo de reconstrucción: por comparación lingüística en un caso, por analogía antropológica y simbólica en el otro
  • Hipótesis interpretativas: la reconstrucción de una palabra protoindoeuropea o la interpretación de una figura animal en una cueva se basan en conjuntos de indicios, pero nunca en certezas absolutas

Lenguaje oral y lenguaje visual: complementariedad

Es posible que el arte rupestre haya desempeñado un papel complementario al lenguaje oral. Si las protolenguas transmitían el saber cotidiano y los relatos, las imágenes podían servir para fijar representaciones colectivas: mitos, rituales de caza, visiones chamánicas. Así, las paredes decoradas pueden concebirse como una forma de “protoescritura” simbólica, paralela a la evolución de las protolenguas.

Además, la semiótica sugiere que el arte rupestre no era solo representacional, sino también performativo: pintar un bisonte podía ser una forma de convocar su presencia en el ritual. De igual manera, pronunciar ciertas palabras en una protolengua podía tener un valor ritual o incantatorio.

Hacia una semiología global de la prehistoria

Asociar paleolingüística y semiótica del arte rupestre es proponer una semiología ampliada de la prehistoria. Ya no se trata solo de lo que los humanos decían o pintaban, sino de cómo organizaban los signos para construir sentido. Estos sistemas paralelos —oral y visual— revelan la creatividad simbólica de los primeros Homo sapiens.

Así, el estudio de las protolenguas y del arte rupestre converge hacia una misma intuición: la comunicación humana, sea fónica o gráfica, es inseparable de la capacidad de simbolizar. Las lenguas desaparecidas y las pinturas rupestres son dos testigos distintos pero complementarios de una misma necesidad ancestral: decir el mundo, representarlo y compartirlo.

Scroll al inicio